soy mamá
Piquito de Oro, por Magdalena Piñeyrúa
04 Aug 2016
Listo, de tanto escuchar y observar a sus padres con sus elocuentes respuestas para todo, el niño se avivó y ahora es un piquito de oro de 4 años.
Todo comenzó hace un tiempo, cuando notamos que empezó a aplicar algunas respuestas que no tenían mucho sentido pero que ya dejaban entrever lo que nos esperaba en el futuro. Por ejemplo: lo mandábamos a lavarse los dientes y contestaba: “no puedo, porque tengo calor”. Le decíamos para dibujar juntos un rato y respondía: “no gracias, porque no tengo sueño”. Y así iba buscando sin suerte la respuesta perfecta que lograra ayudarlo a evadir, a zafar, a dejar a sus padres sin retruco.
Y lo logró. A base de observación, memoria y capacidad de imitación, el loquito le encontró la vuelta y aquel martes de tarde, luego de pedirme un vaso de agua y que yo le contestara: “ya voy”, me enchufó una frase tan familiar, tan mía, que por un momento creí que estaba poseído por mí misma. Me dijo con total naturalidad: “no veo que estés yendo”.
Sí señor, nuestra frase de padres, tantas veces utilizada en su contra, ahora salía de su boca y me la comía yo.
Fue un antes y un después. Ahora cada vez que decimos algo, sabemos que el boomerang puede volver. Y sabemos también que cuanto más vivos nosotros, más vivo él.
El sábado metió una nueva y nos dimos cuenta de que se está perfeccionando. El padre lo perseguía tratando de saber si se había terminado de comer la hamburguesa al pan y como sólo recibía evasivas le preguntó: “¿cuánto comiste?”. Y el muy atrevido respondió con tres palabritas tan hábiles que confieso que casi lo aplaudo. Dijo: “lo suficiente, papá”.