La realidad de la niña Vada está rodeada de muerte. Su madre murió y su padre viudo dirige una funeraria en su propia casa, por eso ella tiene la costumbre de ver ataúdes, cuerpos sin vida y gente llorando.

Lo que caracteriza a Vada, aunque tiene 11 años, es su manía por encontrar enfermedades en su cuerpo. Ella cree estar enferma y visita cotidianamente al médico, quien le contradice. Dentro de su infelicidad, hay algo que la pone feliz, se trata de los momentos que pasa con su amigo Thomas.

La película nos enseña la importancia de tener una infancia feliz y como cada niño sufre sus miserias llamando la atención de los adultos. Vada sufrió la muerte de su madre y además la falta de cariño de su padre. Ella busca el amor en otros lados, se enamora de su profesor, quien no la corresponde, pero sabe que en los momentos de soledad cuenta con Thomas, es quien la comprende.

Esta obra nos invita a reflexionar sobre cómo sufren los niños la falta de cariño. De allí se desprende el desafío para nosotras las mujeres, como educadoras. El lenguaje que utiliza una niña no siempre es el mismo del de una mujer, pero la película demuestra que la buena voluntad logra buenos resultados. La nueva madrastra de Vada tiene gran empatía con ella, y mediante pequeños detalles se ganará toda su confianza, y estará presente para darle un abrazo el día que su amigo, a quien le confió su primer beso, se marcha de su vida también.

Mi primer beso, 1991.