Mia se encuentra en la etapa de la adolescencia mientras vive en San Francisco, junto a su madre. Es una chica que se cree rara y por eso tiene un diario en el que escribe y desahoga sus sentimientos más profundos. De repente descubre que su destino no era el imaginado ya que es heredera de la corona en un principado de Genovia.

Mia debe viajar para ocupar el trono, aunque antes de hacerlo conoce a su estricta abuela, que es reina y responsable por educarla mediante clases de protocolo para princesas. Pero Mia no tiene interés en dejar su vida para encargarse de otro país.

Mia siente lo que toda joven sentiría ante un suceso sorpresivo en su destino: incertidumbre y ansiedad. Esto parece afectar su personalidad pero ella descubre que no todo cambio repentino es malo siempre y cuando se maneje cuidadosamente su adaptación. La película nos deja la enseñanza de que el miedo paraliza y hace que todo cueste mucho más. Ante un cambio de planes, debemos ver el lado positivo, como Mia, ya que siempre lo habrá y así dejar que el destino llegue y recibirlo de brazos abiertos para sobrevivir.

El valor no es la ausencia del miedo, sino la sabiduría de que hay algo más importante que él.

El diario de la princesa, 2001.