Hallie y Annie son dos niñas de once años que se conocen en un campamento de verano en la costa este de Estados Unidos. Al principio no se llevan muy bien pero luego de estar juntas más tiempo descubren que comparten mucho más que su parecido físico.

Tras descubrir que son gemelas, que un divorcio las separó y que una vive con su padre Nick en California y otra con su madre Elizabeth en Londres, deciden crear un plan para juntar a la familia otra vez.

“Es aterrador como casi ninguna pareja permanece unida”

La película nos demuestra cuánto anhela un niño ser feliz en familia. Las travesuras de las gemelas en este contexto de comedia hacen reír durante la historia, pero si nos detenemos en el mensaje por detrás de las bromas, vemos a unas hijas queriendo revivir el amor de sus progenitores.

Celos, resentimientos y confusión es lo que muchas veces tienen ellas al ver a su padre con otra mujer, y no entienden qué fue mal en el matrimonio, y esas preguntas se las transfieren a los mayores.

“Y no viniste detrás de mí”

Elizabeth le reclama a Nick cuando se reencuentran casi doce años después de la separación.

“No sabía que querías que lo hiciera”

Le confiesa Nick a ella.

Como mayores podemos aprender mucho de los niños, esa capacidad de comunicación clara y simple que tienen y que nosotros vamos perdiendo con el tiempo. La cultura en general no le da valor a escuchar y entender por lo que está pasando un niño. A veces la vorágine de todos los días hace que pasemos ciertas responsabilidades a profesionales como psicólogos, médicos o educadores, y no nos regalemos el tiempo para conocer y prestar atención a nuestros hijos y a nuestra vida de pareja. Esto puede ser peligroso, como en la historia de Hallie y Annie, porque se pierden momentos que luego pueden ser irrecuperables.

Juego de gemelas, 1998.