Charlotte es una joven de Nueva York que está llena de vitalidad, energía, amor y ternura. Una noche se cruza con Will, un hombre mayor que ella, que no se encuentra en su misma sintonía. Pero un par de encuentros los hará conectarse como nunca.

 

La historia nos muestra un caso de amor frustrado, ya que ella padece una enfermedad terminal y su relación con él no tiene largo plazo. Durante el tiempo que pasan juntos ella le enseña a valorar la vida y logra que él cambie su perspectiva del mundo y de las relaciones interpersonales.

 

A veces hasta no toparnos con un caso cercano a la muerte, no nos damos cuenta de lo importante que es el tiempo y vivirlo con buena calidad. Charlotte nos muestra a todas las mujeres cómo aprovechar de la mejor forma y con alegría cada día de la vida. El hecho de estar cerca de nuestros seres queridos, realizar planes simples y en buena compañía, disfrutar de las pequeñas cosas que la vida nos regala es la mejor manera de vivir, por lo menos para ella.

 

Parece ridículo pensar que determinados hechos nos hagan recapacitar, por eso esta película es tan conmovedora. Las hojas de los árboles caen en una ciudad que no para de vibrar. La estación del año refleja el estado de salud que ella tiene y la intensidad de la ciudad, el amor que viven. Vale la pena ver Otoño en Nueva York para repensar que a veces ciertas consignas de la vida no son las más apropiadas para alcanzar metas que nos llenen de verdad.