Bo es una niña, la más pequeña de la familia Hess. Vive en una granja en Pensilvania, donde su padre planta maíz. La vida transcurre tranquila aunque con momentos de tristeza por la pérdida de su madre. Una tarde ella y su hermano encuentran unas señales extrañas entre las plantaciones y así comienzan las preguntas.

“¿Es posible que no existan las coincidencias?”

La película es un constante contraste entre la fe y la razón. El padre de Bo era un sacerdote, su vida giraba entorno a la fe y la esperanza, hasta que su esposa se accidentó y murió. Desde ese día él deja de creer en todo y se torna un ser puramente racional, y eso repercute en el comportamiento de sus hijos.

Bo deja vasos de agua por toda la casa y dice que lo hace porque cree que están contaminados. Este hecho genera un contraste, puede verse como un típico mecanismo de los niños para llamar la atención cuando sienten falta de comprensión, o podría ser algo más trascendente también.

“¿Eres de los que ven señales, de los que ven milagros, o crees que la suerte de la gente es aleatoria?” 

La historia de Bo y su familia nos deja un mensaje importante para nuestras vidas: cuando algo nos sucede podemos creer que es destino o pensar que es azar. Son dos maneras de ver los acontecimientos de la vida. Según la película el mundo tiene dos tipos de personas, los que consideran los hechos como algo de la suerte o los que ven señales y una prueba que hay alguien del más allá que los ayudará y eso los llena de esperanza y tranquilidad, mientras que los demás están llenos de miedos.

“Lo que debes preguntarte es ¿en qué grupo estás tú?”.

Señales, 2002.