cultura
Mujeres de película: Amanda
14 May 2019
Amanda es la hija menor de una familia que adquiere un robot llamado Andrew como empleado doméstico. La historia nos habla del tiempo y del amor y nos cuenta cómo ella y él comienzan una amistad, porque Andrew no es un robot cualquiera.
“La risa es esencial para una buena amistad”
Lo que conecta inmediatamente a Andrew y Amanda es la diversión. Ellos se juntan a tocar el piano y a jugar. Es la niña la que logra florecer en Andrew las sensaciones y el sentir de un humano.
El mensaje central de la película es que muchas veces uno vive para cumplir tareas y alcanzar objetivos, todo el tiempo, hasta que llegamos a sentirnos máquinas de hacer y de servir. Solo los momentos de diversión son los que pueden devolvernos la sensación de que estamos vivos y podemos disfrutar de eso. Como Andrew, hay que saber encontrar momentos para compartir con los niños, mascotas o cualquier ser querido que nos brinde alegría y bienestar. Así se desarrolla poco a poco el vínculo eterno entre Andrew y Amanda, que hace querer a este convertirse en ser humano para tener una vida terminal.
“Prefiero morir como hombre que vivir la eternidad como máquina”
Andrew busca enamorarse, busca equivocarse, busca vivir como persona y morir como tal. ¿Cuántas veces habremos deseado lo contrario? Vivir para siempre, “forever young” , “forever 21”, pero ese deseo lo generamos justamente porque nuestro tiempo es escaso y la verdad es que nadie sabe cuánto durará nuestra vida.
Esa verdad convierte a nuestra existencia en algo interesante y valioso. Son los errores que cometemos los que nos hacen crecer y querer mejorar, son los momentos buenos y malos los que permanecen en la memoria, que no es infinita. Tal vez a nosotras nos gustaría ser perfectas, no equivocarnos una y otra vez en lo mismo y que no existieran las arrugas, las canas, y todo lo que nos hace notar que el tiempo pasa, pero es la gracia de la vida y la esencia del ser humano, que hay que celebrar. Como le dijo Andrew a Amanda:
“Lo que nos hace diferentes son las imperfecciones”
El hombre bicentenario, 1999.