soy mamá
Me aburro, por Magdalena Piñeyrúa
30 Jun 2016
Por Magdalena Piñeyrúa
Volví del trabajo decidida a poner en práctica lo que leí en un artículo que alguien me mandó por mail. Trataba sobre el aburrimiento y sobre lo importante que es dejar que los niños de vez en cuando se aburran para que así se despierte su creatividad e imaginación a la hora de jugar.
Llegué a casa y en un gesto heroico decidí aplicar de lleno la teoría, dispuesta a luchar contra varios “me aburro, mamá” y contra las insistentes demandas de diversión que seguro iba a recibir de mis hijos.
Pero no, una vez más me sorprendieron, y aunque al principio andaban cada uno por su lado como medio desorientados ante la falta de planes concretos, una vez que se encontraron empezó la diversión.
Para mí, en cambio, no fue tan fácil acatar mi propia propuesta. Me tenía que morder la lengua para no proponer esos juegos ordenados, seguros, controlados por mi visión periférica, a los que suelo recurrir cuando no quiero sobresaltos. ¡Necesitaba a mis fieles aliados los drypens, la masa, el puzzle, el álbum de figuritas…!
Por suerte el síndrome de abstinencia me duró poco y al final me pude instalar tranquila a disfrutar de lo que estaba pasando a mis espaldas: resulta que el dinosaurio y el mono eran maestros en una escuela de peluches y a los alumnos que se portaban mal los tiraban de la escalera para abajo.
Pobre el pingüino Juanjo, cómo voló por los aires. Se ve que se portó horrible…