soy mamá
Embrollo, por Magdalena Piñeyrúa
26 Sep 2020
Era de noche y volvíamos a casa después de varias vueltas. Íbamos los dos en completo silencio. Yo manejaba y mi chiquito de tres años miraba por la ventana.
Yo pensaba en mi tortícolis, en mis contracturas, y pensaba en dónde habría quedado el relajante muscular.
Pensaba en la vianda, en la merienda y en los deberes aún sin hacer.
Pensaba en las dos reuniones de trabajo que me esperaban al otro día, pensaba en mi suegra, y en si al final podría o no venir de tarde a cuidar nietos. Y pensaba en la humedad de la pared de la cocina.
Pensaba en la renovación de la cédula del mayor, en el control pediátrico del menor, en la cadena escolar, en el regalo del cumpleaños del sábado, y en el agujero en el pantalón del uniforme.
Pensaba y calculaba cual agenda humana, acomodando y equilibrando mi propio jenga, como una malabarista borracha.
Pensaba demasiado e inútilmente. Con la cabeza a mil y el cuerpo cansado, tratando de buscar la logística más eficiente, luchando por no ahogarme en miles de vasos de agua.
Y de repente el milagro, la frase justa, las palabras capaces de hacerme sonreír y derribar de una patada todo ese embrollo: “Mami, la luna nos está siguiendo”.