soy mamá

El asunto de la palabra “tetaculo”, por Magdalena Piñeyrúa

31 May 2016

Magdalena Piñeyrúa

Se la enseñó en secreto uno de sus primos grandes y desde que la dijo por primera vez, se enamoró de la palabra.

Es “tetaculo”. O sea “teta” y “culo” unidas en una misma maravillosa palabra que mi hijo más chiquito pronuncia feliz con diferentes tonadas y en diferentes oportunidades, unas veinticinco o treinta veces por día.

“Tetaculo” es tan flexible que asombra. “Tetaculo” se canta, se grita, se tararea, es un personaje de los cuentos, soy yo, es papá, es la cena, es la luna en la ventana, es un chiste, es lo que venga.

Pero sobre todo “tetaculo” es resistente como una cucaracha.

Llegó a nuestras vidas para tirar abajo todas nuestras teorías de cómo lograr exitosamente que un hijo deje de hacer lo que no queremos que haga.

“Tetaculo” aguanta penitencias, amenazas, explicaciones, súplicas y hasta la indiferencia, técnica que aplicamos esperanzadoramente pero con resultados nulos.

Así que así andamos por la vida en la actualidad.

Nosotros sintiéndonos derrotados cada vez que escuchamos la dichosa palabrita, y el chiquito feliz y triunfante, disfrutando de saber que al menos en ese juego, le gana siempre a papá y mamá.