El jazmín es una flor de perfume exquisito que logra que todas nos detengamos cuando pasamos cerca suyo. Si bien es una flor más comúnmente asociada a enredaderas de jardín, el jazmín es sorprendentemente fácil de cultivar en el interior del hogar. Nada mejor que suplantar los perfumadores ambientales de sustancias químicas con flores frescas.

¿Cómo se hace?

Para obtener el máximo rendimiento de un jazmín, es aconsejable darle un poco de tiempo para florecer en exterior en primer lugar. Si hace calor, conviene ubicarlo en un lugar bien soleado. Si hace frío, se recomienda dejar afuera durante 6 semanas en el otoño. Esta exposición brusca a altas o bajas temperaturas, ayuda a que la planta tome impulso y comience a crecer con más fuerza.

La principal precaución que se debe tener en cuanto al cultivo de interior del jazmín, es no dejar que la tierra se seque. Sobre todo mientras que los brotes se estén desarrollando, la planta debe mantenerse en un lugar fresco, bien iluminado, pero sin calefacción, para tener mejores posibilidades de prosperar.

Si bien se cree que el baño puede ser un espacio ideal para el jazmín debido a sus niveles de humedad y luz fuerte, la realidad es que los baños son también sinónimo de mucho calor, por lo que no es saludable para la planta crecer en ese ambiente.

Para generarle un buen suelo al jazmín, se debe tener en cuenta que el interior de la maceta debe ser poroso y permanecer húmedo -no mojado- durante todo el año. Para ello, se puede utilizar arena y piedras junto a la tierra. Una vez al mes se recomienda alimentar la planta con un fertilizante líquido que aporte fuerza y se debe podar la planta apenas termina la etapa de floración.

Es importante tener presente que los jazmines son grandes escaladores, por lo que, para evitar sorpresas, se puede ubicar sobre la maceta un enrejado de madera para mantenerla bajo control y ayudarla a orientar su crecimiento.