Daniel es un padre amoroso con sus hijos pero tiene problemas en su matrimonio. Una sumatoria de sucesos lo llevan al divorcio y como consecuencia a alejarse de los pequeños, es por eso que crea una estrategia para poder verlos todos los días.

Aprovechando su don como actor, genera una nueva identidad: la Sra Doubtfire, una veterana educada y acostumbrada a los buenos hábitos, todo lo contrario a su costumbre. Con ese disfraz y una buena interpretación, logra que su propia mujer lo contrate sin darse cuenta y se convierte en la ama de casa perfecta y en una buena educadora, algo que jamás imaginó.

“Solía pensar que lo peor era terminar solo, pero no lo es, lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo”

La alegría y las risas son importantes para sobrellevar la rutina que genera un matrimonio. Sin embargo, la responsabilidad y la seriedad tienen que estar presentes, más aún si hay niños para educar. La obra nos muestra lo complicado que es llegar a un equilibrio a veces, y lo desagradable que es no conseguirlo y tener que recurrir a la justicia.

“Dicen que la clave para un matrimonio sólido es la risa”

También se dice que uno puede cometer locuras por amor, y Daniel es un padre desesperado por sus hijos. Si llegamos al punto de no entendernos con nuestras parejas, tal vez debamos preguntarnos qué podemos mejorar, y empezar desde los pequeños detalles, de lo más chico a lo más grande, porque el cambio es posible en nosotros, la fuerza hay que encontrarla sin tener que cambiar nuestra identidad o montar una farsa. Ser cómplice de los hijos a veces lleva a dejar de ser cómplice de nuestras parejas. Si hay que elegir, ¿qué es más conveniente?

Sra Doubtfire, 1993.