Me suena el celular. Estoy en casa. Son las 7 de la tarde. Es una amiga.
Yo.- Hola amiga.
Ella.- Hola ¿qué hacés?
Yo.-Todo bien ¡Soltá eso te dije! ¿Y vos?
Ella.- Todo tranquilo, ¿en qué andás?
Yo.-Bien, todo bien, llegué de trabajar hace un rato y ahora iba a ¡bajate de ahí o te vas en penintenciaaaaaa! ¿Vos qué contás?
Ella.- Acá… toda picada por los mosquitos… ¿Por tu casa no hay?
Yo.- Mamá está hablando con una amiga, mi amor, después me contás ¿sí? A mí también me comieron, con repelente y todo. ¿Seguís en la oficina? ¡Dije que estoy hablandoooooooooooooooo! Vayan a jugar allá que mamá ya vaaaaa!
Ella.-¿Podés hablar?
Yo.- Sí, sí, puedo. ¡Cuidadooooo! Perá que se cayó y se reventó la cabeza. ¿Qué te estaba diciendo? Perá un minuto, saaana saaana colita de rana…
Ella.- ¿Qué le pasó, se hizo mucho?
Yo.- No, no, me parece que un chichón nomás. Aguantame un minuto. ¡Le pedís perdón a tu hermano ya! ¡No se empuja del sillón al hermanito ¿entendido? ¿Entendidoooooooo?
Ella.- Si querés hablamos más tarde…
Yo. Dale perfecto, yo te llamo de noche. Beso.