confesiones
Mujeres de Montevideo: Macarena
01 Jul 2021
“Cuando tenía alrededor de 15 años fui bulímica. Fue algo bravo de superar pero hoy en día veo las cosas de otra manera. Yo era re consciente de que estaba enferma pero para mí fue un quiebre poder decirlo. ¡Sentía mucha vergüenza! La primera vez que le pude contar a alguien fue a mi psicóloga. Ahí fue cuando empecé a hacer un proceso para sanarme. Empecé a preguntarme por qué me estaba pasando eso y, a medida que fui entendiendo lo que me pasaba, pude empezar a abrirme con mis seres queridos también.
En ese momento estás mostrando una debilidad, pero lo positivo es que cuando mostrás que querés salir adelante empezás a recibir apoyo de todos y dejás de estar aislada. ¡Eso es clave! Quizá es un poco cliché pero aprendí que hay que quererse y que es una práctica de todos lo días. Hay que preguntarse a diario qué cualidades positivas tenemos, focalizarnos en eso e intentar potenciarlo. Todos tenemos defectos y virtudes y es una cuestión de a dónde dirigimos la mirada.
Ahora puedo ver todas las cosas buenas que me perdía por mi enfermedad. No iba a comidas con mis amigas, me perdía cumpleaños y nunca estaba satisfecha con nada… En mi liceo estábamos todas en la misma y creo que eso no ayudaba. Vivíamos pendientes del peso, de las calorías y del ejercicio.
Mi consejo si ven a alguien que está así es que no la halaguen nunca diciendo ‘qué flaca estás’. Hay que tratar de estar presente, y también evitar el camino contrario de resaltar constantemente que está demasiado flaca o que no come nunca porque da más culpa y más vergüenza. Yo creo que la clave es buscar la forma de que ella sola se pueda abrir. Y hay que entender que esa persona no está así porque necesita estar flaca, está así porque necesita otra cosa. Creo que abrir el espacio a la conversación es clave para que se pueda empezar un proceso de sanación.
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Yo soy de Paysandú y vine a Montevideo a estudiar en la UDELAR. Me encanta ir a visitar y disfrutar de las pequeñas cosas: estar con mi familia, tomar mate con mi madre al lado de la estufa… Voy más o menos una vez por mes y la verdad es que se extraña bastante.
Me gusta que acá hay muchas oportunidades en todo sentido: desde laborales hasta culturales. La transición me costó bastante, pero por suerte vivo en una residencia estudiantil con alrededor de 40 chicas del interior y eso ayuda mucho. Creo que me gustaría quedarme un tiempo acá para aprovechar las oportunidades que hay, pero no sé si me gustaría tener una familia en Montevideo. Hay algo muy lindo crecer en el interior porque hay cosas que no se encuentran en una ciudad grande.
Hace poco trabajé en una consultora donde la estaba pasando verdaderamente mal y me costó muchísimo decidir renunciar porque el trabajo me daba independencia económica. Después de eso tuve una especie de crisis vocacional y, a partir de esa experiencia, me di cuenta de que la vida no es tan lineal como nos gustaría creer. Lo positivo es que siempre podemos cambiar de camino. De hecho, ahora me voy a cambiar a Economía porque descubrí que no quiero ser contadora.”