descanso

Tomate una siesta y olvidáte, por Catatonias

05 Jul 2016

Catatonias

El otro día estaba en la compu, tranqui con mi vida, y un conocido compartió una de esas infografías sobre los hábitos de las personas exitosas. Y ahí, en el punto uno, vi uno de esos mantras modernos que me sacan más de quicio que alguien intentando explicarme la vida de las Kardashian: las personas exitosas siguen trabajando hasta no dar más y las personas no exitosas duermen.

¿Posta? Cómo me calienta la mentalidad súper EMPREPENUR de que nunca hay que dormir -o hacerlo muy poco- para poder alcanzar el éxito. Incluso ahora que volví a la facultad lo veo reflejadísimo en cómo te preparan para “la vida real”. “En la vida real los clientes te van a pedir cosas de último momento y vas a tener que trabajar toda la noche para poder entregar”. “En la vida real tenés que trabajar 16 horas por día para poder ser exitoso”. “En la vida real no vas a poder dormir mucho, mejor ir preparándote ahora”.

Patrañas. Lo que pasa en la vida real (al menos en la esfera privada) es que existe una exigencia no explícita que dicta que los buenos empleados son aquellos que trabajan más allá de las horas pautadas contractualmente, mientras que los demás son mediocres por no “dar lo mejor de sí mismo”. Las exigencias del mundo moderno pautan que no solo tenés que trabajar, sino que también tenés que amar tu trabajo y sentir verdadera pasión por lo que hacés. Y así es como engendramos una generación de personas que te dicen, sin titubear, que su pasión en la vida es la contaduría. O que su pasión es ser vendedor de call center. Que les apasiona el mundo de los seguros empresariales. O que realmente sienten pasión por vender tortugas en Tristán Narvaja. Somos una generación súper pasional, a fin de cuentas, pero nuestras pasiones se terminan limitando a las actividades que ejercemos para ganar plata. Nuestra pasión, al fin y al cabo, es pagar las cuentas. Una aventura sine qua non.

Lo mismo sucede cuando sos tu propio jefe. Lo único que cambia es que, después de pagar cierto derecho de piso y tener un par de clientes fijos que sabés que te bancan los trapos a morir, tenés la libertad de ponerte más firme. No, no trabajo los fines de semana. No, eso que me pedís está por fuera del presupuesto. No, a esa hora no puedo – ¿podría ser a esta otra? Podés empezar a negociar. Lo increíble es a veces no es suficiente. Y cuando se quejan, siempre es con lo mismo, aunque quizás esté parafraseando: “Nosotros trabajamos con gente que da todo de sí mismo, solo te estamos pidiendo un esfuerzo extra sin tener que pagártelo”.

El tema es que sí soy una persona que da todo de sí misma – el problema es que elijo a qué dárselo. Doy todo de mi misma en mi vida personal. Doy todo de mi misma a mis hobbies. Doy todo de mi misma a aprender, a investigar, a saciar mi curiosidad. Y, también, doy todo de mi misma en mi trabajo. Sí, no siempre me sale muy bien el equilibrio pero lo intento. Y de tanto dar, dar, dar y dar, no saben lo cansada que quedo. Y cuando uno está cansado tiene que dormir. Y cuando dormir hace tan bien, cuando te renueva tanto todas las noches en que te podés dar el “lujo” de dormir, uno termina entendiendo la importancia de hacerlo. Y así, las cosas se van dando un poco vuelta.

Muchos hablan de la incapacidad de decir “no” que tiene tanta gente en nuestra sociedad. A mí me parece que también existe una incapacidad total de escuchar “no” por parte de los demás. Nos quejamos mucho de los malcríes de los demás pero, a la vez, estamos cero preparados para poder lidiar con un rechazo, por más chiquito que sea. Así que la próxima vez que alguien te diga que no, date vuelta, ándate a tu casa y dormite una siesta. Vas a ver que la vida pasa a ser mucho más linda.

 

Por: Catatonias
Ilustración de: María Eugenia Elorza (Funky)