Elisa es una mujer tímida que vive sola en Baltimore durante la Guerra Fría. Es la limpiadora de un laboratorio secreto de alta seguridad y lleva una vida sencilla, pero su rutina se verá afectada cuando instalan un tanque con un anfibio humanoide.

Esta historia es una metáfora de la vida y de las convenciones que dictan cómo debería ser vivida.

“Es un ser inteligente, capaz de comprender el lenguaje de las emociones”

Como Elisa es muda, solo puede comunicarse con el lenguaje de señas. El ser vivo comienza a entenderla y gracias a que ella lo alimenta, logran conocerse y enamorarse.

“Tu crees que es humano porque se para en dos patas, pero nosotros fuimos creados a imagen del Señor, no creerás que así luce el Señor ¿o si?”

El jefe de Elisa, que se vincula desde la superioridad, no está de acuerdo con que se trate bien al anfibio. A través de este personaje está presente el tema de la discriminación de aquellos que se ven a sí mismos como modelos a seguir y no aceptan otras formas que las propias.

“Él me mira tal cual soy”

La apariencia del anfibio es turbia pero su mirada es transparente y aunque no posee una forma definida como ser vivo, la película nos deja un claro mensaje: las emociones se pueden transmitir de cualquier manera y ser captadas siempre y cuando exista apertura. El amor no tiene una sola forma de ser y Elisa, en su más valiente sencillez, lo demuestra.

La forma del agua, 2017.