Mary y Martha viven en continentes diferentes, pero comparten el mismo dolor: la muerte de sus hijos a causa de malaria. La vida une sus caminos para que juntas se embarquen en un viaje hacia el continente africano, para transformar sus tragedias en una experiencia nueva.

“Quiero hablarle sobre la malaria”
Esta enfermedad mata alrededor de seiscientas mil personas al año, y la mayoría de los afectados habita en África. Poco a poco las medidas de control y prevención han mejorado la calidad de vida de la gente y existe la posibilidad de erradicar la malaria gracias a la ayuda de muchas personas. Mary y Martha cuentan esta historia y nos generan la conciencia de saber que somos parte de un mundo que sufre y tenemos la suerte de poder ayudar a los demás. Hay mucho por hacer.

“Creo que tenemos algo en común”
Lo que comienza como una experiencia de crecimiento compartido para Mary y su hijo, termina en la muerte inesperada del niño. Martha por su parte, también sufre la misma tragedia cuando su hijo veinteañero se enferma mientras está de misión.

Se dice que cuando sufrimos una pérdida tan importante en nuestra vida, sentimos que una parte de nuestra identidad desaparece. La película nos enseña que es posible reconstruirnos y salir adelante, como Mary y Martha. Ellas transforman su dolor en algo constructivo, y regeneran sus energías para ayudar a los demás.
La historia de estas madres es una prueba de la resiliencia que tenemos las mujeres, que aunque llevemos el dolor en nuestro interior, tenemos la capacidad de transformarlo y seguir siendo nosotras mismas en una versión renovada.