Maggie vive en una zona rural de Estados Unidos. Es conocida en el entorno por dejar a sus parejas plantadas en la iglesia al momento del matrimonio. Esta joven se llevará una sorpresa cuando un periodista citadino llega para conocerla en persona.

El periodista Ike pretende escribir sobre el caso particular de Maggie, pero ella lo rechaza, porque no acepta que tiene un problema. Mientras el vínculo crece entre los dos, algunas confesiones salen a la luz.

“Quieres a un hombre que te acompañe hasta la playa tapándote los ojos con la mano solo para que puedas descubrir la sensación de la arena bajo tus pies, un hombre que te despierte al amanecer ansioso por hablar contigo y que se muera de ganas por saber qué dirás”

Al igual que Maggie, muchas mujeres buscamos en esta vida al compañero de nuestros sueños, esa persona que encaje exactamente con cada célula de nuestro ser. Es una búsqueda difícil en realidad, pero a veces se da de la manera más sorprendente.

Los errores de Maggie demuestran sus ganas desesperadas por sentir esa tranquilidad que existe cuando estamos con la persona correcta, pero ella cae una y otra vez en el error, y sin malas intenciones, deja heridas en la gente que la quiere.

A veces los miedos de la vida llevan a uno a tomar decisiones aceleradas en el amor, sin pensar de verdad qué consecuencias podrán tener. De todas formas, vivir es experimentar y a veces, como Maggie, se llega a un resultado mediante el ensayo y el error. No hay garantías ni certezas para nada, pero si uno no quiere vivir mintiendo o huyendo, puede que sea importante conectarnos con nuestra esencia para distinguir si la persona que está a nuestro lado debe permanecer allí.

“Te garantizo que habrá épocas difíciles y que en algún momento uno de los dos o los dos querremos dejarlo todo, pero también te garantizo que si no te pido que seas mío me arrepentiré el resto de mi vida, porque sé en lo más profundo de mi ser que estás hecho para mí”

 

Novia fugitiva, 1999.