“Empecé con los sombreros porque me di cuenta que en las playas el sol estaba muy fuerte y no se ofrecían mucho. Acá en Uruguay no había nadie que enseñara a fabricar y diseñar. Recuerdo que me acerqué a la UTU y me dijeron que se habían muerto las profesoras que enseñaban. Seguí investigando y conseguí unas hormas a través de una amiga de mi tía abuela que era sombrerera y empecé a experimentar. Así fue que encontré una técnica de hacer sombreros con telas de trama abierta. Eso fue en 1986.

A partir de ahí vendía en Montevideo y Punta del Este. Tuve buena respuesta del público. Me considero diseñadora y creativa. Con los años las vueltas de la vida no me permitieron seguir diseñando pero continúo con la venta y tengo mucho conocimiento.

Siempre fui autodidacta, antes de los sombreros fabricaba ropa de cuero que vendía a una cantidad de locales reconocidas. Con 66 años lamento que este país no te permita crecer. Desmoraliza y aplana, no deja evolucionar. Todo es caro si querés fabricar. Yo viví en España unos años, y es increíble como progresé en poco tiempo. Volví a Uruguay y fue como volver al pasado.”