Molly es una joven de 22 años que, a causa de un problema familiar, termina en situación de calle. Su suerte cambia cuando un amigo le ofrece la oportunidad de trabajar en una mansión y cuidar a una niña con problemas emocionales.

La joven debe adaptarse a la personalidad de esta niña que recibe poco cariño por parte de una madre fría y adicta al trabajo y un padre enfermo en estado vegetal. Gracias a la presencia y atención de Molly, la niña toma confianza y juntas generan un vínculo de amistad.

La empatía lo es todo. Y en especial cuando tratamos con niños. Como mujeres seremos madres, tías o abuelas algún día y deberemos relacionarnos con niños. Lidiar es una palabra que usan muchas mujeres a la hora de hablar de todo esto, pero la película nos muestra la importancia de tener presente que cuando un niño se comporta raro o llama la atención es porque precisa amor y comprensión. Más allá de sus problemas personales, Molly logra encontrar el camino para que la pequeña Ray cure sus traumas y manías.

Cuando veamos niños como Ray, recordemos a Molly y el hecho de que un niño siempre es inocente ya que es una persona en desarrollo que depende de la atención y el cuidado de los adultos.